Promesas. (Flashbacks 6)

domingo, 25 de mayo de 2014


«All the best lies, they are told with fingers tied.
So cross them tight when you promise me tonight.»


Annabelle caminaba de puntillas por el borde de aquella carretera. Era martes, más o menos a las seis de la tarde, y el sol parecía intentar esconderse tras las nubes, tiñéndolas de colores cálidos y vivos. Era uno de los momentos del día favoritos de Annabelle. Normalmente admiraba aquel paisaje desde su apartamento, pero los altos edificios de la ciudad no la dejaban observar como ella quería, así que ese martes decidió salir al campo para poder disfrutar del todo de aquella vista.

Era abril, y había empezado a hacer calor, por lo que ella se había deshecho de su larga cabellera pelirroja y se había cortado el pelo a la altura de la barbilla. Eso sí; sus características y extravagantes rosas rojas seguían sobre su cabeza. Las puntas de su cabello se balanceaban y le rozaban la cara a cada paso que daba, lo que, sumado a la suave brisa, era una sensación agradable.

Se había alejado casi cuatro kilómetros de la ciudad a pie, y, aunque el dolor empezaba a molestarle, seguía caminando, respirando el aire puro del campo. Estaba bastante cerca de las vías de tren, y se prometió a sí misma que más tarde se acercaría a ellas. No tenía muy claro el objetivo de aquello, ya que Kyle no estaba con ella. Simplemente iría y recordaría la primera vez que Kyle la había llevado allí. Desde entonces, aquel sitio se había convertido en suyo, en algo que compartir.

Ante Annabelle, la carretera se extendía hasta más de donde la vista podía alcanzar. Había una tranquilidad tan distinta del bullicio de la ciudad, que ella se sintió como en casa. Tan solo se escuchaba algún que otro pájaro cantando, el correteo de las ardillas escondiéndose en los árboles, y el suave sonido del viento. Una pequeña ardilla miró a Annabelle, curiosa, y ella le hizo una mueca, provocando que el animal huyera, asustado. Ella soltó una risita y siguió caminando.

De repente, un ruido de ruedas rozando contra el asfalto sobresaltó a Annebelle, que saltó a un lado para alejarse de la carretera. El sonido se sentía cada vez más cercano, y ella se volvió para ver al coche que se acercaba. Cuando reconoció el descapotable, le sonrió en la distancia.

Kyle.

El descapotable blanco se acercaba cada vez más, y no paró cuando estuvo justo al lado de Annabelle. En su lugar, ella oyó a Kyle gritar:

-¡Te echo una carrera!

¿Una carrera? ¿Se creía que ella correría detrás del coche? ¿Estaba loco? La primera pregunta se respondía con un sí, la segunda con otro sí, y la tercera con un puede. Pero, seamos sinceros, Annabelle tampoco estaba muy bien de la cabeza, por muy cuerda que pudiera parecer. Así que se deshizo de su calzado, miró al coche, que se alejaba rápidamente, y con una sonrisa decidida, echó a correr lo más rápido que pudo.

De alguna extraña manera, supo hacia donde se dirigía Kyle. Las vías de tren no están tan lejos, se dijo a sí misma, puedes aguantar el dolor un poco más. La planta de los pies le producía un dolor punzante cada vez que lo apoyaba en la carretera, pero intentó no pensar en ello. Sorprendentemente, alcanzó al coche a los dos minutos -sobra decir que Kyle había disminuido bastante la velocidad-, y llegó a la vez que él a las vías de tren.

En cuanto llegó, se tiró literalmente sobre la hierba que había brotado allí durante los dos últimos meses y aspiró su olor. Le gustaba el aroma de las plantas en general; flores, césped, árboles, lo que fuera.

Oyó el coche de Kyle frenar junto a ella, sin embargo, no volvió la vista. Cerró los ojos e intentó relajar su respiración. Le dolía todo el cuerpo, pero aquel dolor le hizo sentirse viva.

Notó a Kyle sentándose a su lado y se enderezó, con cuidado. Él llevaba un ramo de algo. Annabelle intentó fijar la vista y consiguió distinguir las flores que Kyle le había traído. Margaritas.

-Feliz martes 13 -dijo, entregándole las margaritas.

-Parece que vives en otro mundo, Kyle Dixon -replicó ella, aunque aceptó las margaritas. Había exactamente trece de ellas-. ¿Nadie te ha dicho aún que los martes 13 dan mala suerte?

-¿Quién ha dicho que eso sea cierto? -Ella sacudió la cabeza con una expresión de «no tiene remedio»-. No creo en eso de la mala suerte. Las cosas simplemente ocurren, no importa el día que sea. Puedes romperte una pierna tanto un martes 13 como un lunes 12.

-Parece que le has dado muchas vueltas.

-Digamos que he tenido mucho tiempo libre -dijo Kyle, riendo.

-Gracias -Annabelle se acercó para besarle.

No solían comportarse como parejas normales, no hacían manitas en los restaurantes ni se besaban cada cinco minutos. Ni siquiera tenían muy claro lo que eran. Tan solo sabían que se querían, y, por muy cursi que sea, con eso les bastaba.

Se quedaron un rato observando el sol tras las nubes, con sus dedos entrelazados, compartiendo silenciosamente el momento más bonito del día. Probablemente Kyle nunca llegó a enterarse, pero Annabelle había compartido algo importante con él, lo que quería decir que confiaba en él. Y, a veces, la confianza puede ser nuestro peor error.

-Kyle -susurró ella, de repente.

-¿Sí?

-¿Prometes que nunca me dejarás?

Aquello era una pregunta seria, Kyle lo notó porque la voz de Annabelle sonaba quebrada, como si le costara sacar las palabras de su garganta, como si fuera a echarse a llorar en cualquier momento. Se tomó un tiempo antes de contestar.

-Normalmente no hago promesas -al decir esto, notó que ella se desilusionaba, y casi  pudo ver en sus ojos algo dentro de ella rompiéndose, por lo que continuó rápidamente-, porque hacer una promesa es como adelantar lo que ocurrirá en el futuro, y el futuro es algo incierto. No podemos predecirlo, ni tampoco cambiarlo. Pero, Rosseau, por ti haría cualquier cosa, lo sabes.

En la garganta de Annabelle se formó un nudo, y quiso golpear a Kyle por haberle dado tal susto. Por un momento había creído que él se marcharía, que no se comprometería a una promesa como aquella.

-Lo prometo -dijo él.

Ella le abrazó inmediatamente, sintiendo como si fuera a explotar en cualquier momento. Tranquilidad, entusiasmo, amor, tristeza, sorpresa, alegría. Demasiadas emociones para solo diez minutos.

-¿Lo prometes... por nosotros?

-Por nosotros -respondió Kyle, tranquilizándola.

Teniendo en cuenta lo que ocurrió la semana siguiente, esta promesa fue jodidamente irónica. Pero Annabelle la creyó, y Kyle creyó de verdad que la cumpliría.

Y ese fue su gran error.

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