Desastre. (Flashbacks 8)

viernes, 30 de mayo de 2014

 
«Until I'm no longer human and you're no longer sane
my face is hard with anger, but I want you just the same.»

De vuelta en el descapotable blanco de Kyle, Annabelle tenía los pies sobre el salpicadero y las manos cruzadas sobre el pecho, trantando de traquilizarse. Su respiración se había calmado bastante, pero seguía sintiendo como si algo dentro de ella fuese a explotar de ella. Sí, ella era Annabelle Rousseau. Pero quizás, sólo quizás, ella no podía con todo.

Cerró los ojos, respiró hondo y abrió la puerta del coche para salir. Kyle la siguió. Annabelle se acercó a él, quitándole el extraño aunque informal sombrero negro que él llevaba para ponérselo ella y le dedicó una sonrisa más o menos sincera. Kyle la besó con cuidado y entrelazó sus dedos entre los de ella, y caminaron juntos hacia la multitud.

-¿Qué es esto, entonces? ¿Un concierto? ¿Una fiesta?

-Es una fiesta -respondió Kyle, mientras le daba los pases al tipo de la entrada, que parecía un luchador de sumo con cara de pocos amigos-, pero con música en directo.

-Podéis pasar -dijo Luchador de Sumo.

Ella asintió, asimilando la idea de que iba a entrar en un lugar donde había una aglomeración. De muchas, mucha gente. Toda junta. Se masajeó las sienes para intentar tranquilizarse, y notó que su frente estaba cubierta de sudor frío.

-Eh, tranquila -la calmó Kyle, notando como ella se tensaba y casi se caía de sus tacones-. Ya verás. Te gustará.

Llegaron a donde estaba toda la gente. Delante de ellos había un pequeño e improvisado escenario, con una batería, un micrófono y amplificadores. A los lados de ese sitio -que estaba al aire libre, o de lo contrario Annabelle ni habría pensado en ir- estaban colocadas dos mesas; una con aperitivos y otra a modo de barra, con asientos altos junto a ella. Un hombre joven con barba de varios días preparaba bebidas para una pareja con la cara agujereada por piercings y la piel cubierta de tatuajes. La gente aquí es extraña, pensó Annabelle, aunque era mucho más probable que ella fuese la extraña.

-¿Quieres beber algo? -preguntó Kyle, a lo que ella respondió moviendo su cabeza una pulgada hacia arriba y otra hacia abajo, con un gesto que pretendía decir .

Annabelle miró a su alrededor. En el pequeño espacio que ocupaba aquella fiesta, seguramente no cabría ni un alfiler más. Cientos de cuerpos bailaban -con movimientos resumidos en dar saltitos con un puño en el aire- frente al escenario, en el que ahora tocaba un grupo de personas no mucho más mayores que Annabelle. El cantante era rubio, y por lo que podía ver sus ojos eran de un azul celeste gélido. Tenía una hombros delgados y aspecto debilucho, aunque ser el cantante de un grupo le hacía verse bien, al menos desde el punto de vista de Annabelle.

Las personas que bailaban tenían el aspecto más extraño y más variado que ella hubiera visto jamás. Había personas vestidas de negro, chaquetas de cuero con tachuelas cubrían sus hombros y botas militares sus pies. También había gente con el pelo de colores vivos, algunos de amarillo chillón, otros naranja fluorescente, rosa fucsia e incluso azul neón.

En ese momento, Kyle se le acercó con las bebidas. Con él iban dos personas más. El cantante del grupo, que al parecer había sido reemplazado por un tiempo por un chaval pelirrojo, y una de las chicas con el pelo de colores que había visto en la pista de baile. Ella llevaba el pelo en un tono azul celeste que resultaba agradable para la vista, no como muchos de los otros colores que podían verse frente al escenario.

-Annabelle, ellos son unos amigos que quería presentarte.

-Hey -dijo el cantante- soy Quentin. Un placer.

-Annabelle -dijo ella, saludándole tímidamente con la mano.

-Te llamaré Belle -ella abrió la boca para quejarse, pero Quentin la interrumpió-. ¿Qué? Te queda bien ese nombre.

Ella se sonrojó, y, para disimularlo, puso los ojos en blanco.

-¿Sabes?, yo compartí piso con Dixon. Este tío ronca por las noches como un cerdo con resfriado. Fueron los tres años que peor he dormido en toda mi vida.

-Esa información sobraba, Q -dijo Kyle, dándole un codazo a su amigo.
Annabelle rió con ganas. Ya no la incomodaba tanto eso de estar entre toda aquella gente. A lo mejor terminaba pasándolo bien esa noche. O a lo mejor no.

-Eh -dijo Pelo Azul-, creo que sigo existiendo, aunque hayáis decidido excluirme de la conversación.

-Perdona -se disculpó Kyle-. Annabelle, esta es Jade.

Annabelle fue a darle la mano, pero ella simplemente se lanzó y le dio un fuerte abrazo, como si la conociera de toda la vida. Al principio Anabelle se tensó, ya que no estaba acostumbrada a abrazar a extraños, pero después la abrazó también. Su cabello olía a agua salada y estaba bastante húmedo; estaba claro que había estado hacía poco en el mar.

-Pareces maja -dijo Jade, sonriéndole.

-Gracias. Estoy casi segura de serlo -bromeó Annabelle-. Tú también pareces maja.

En ese momento, alguien llamó a Quentin a través de los altavoces. Era el pelirrojo que le sustituía en el escenario, anunciando que debía volver a su puesto.

-El deber me llama -se lamentó el joven, haciendo una mueca de «qué le vamos a hacer». Antes de que se fuera, Kyle le hizo una señal para que se acercara y le dijo algo al oído. Quentin asintió y se marchó, perdiéndose entre la gente.

Annabelle frunció el ceño, preguntándose qué le habría dicho. Se imaginó que sería alguna broma de tíos, algo así como "eh, mira, la tía del pelo naranja chillón está bien para ti", y Quentin habría asentido queriendo decir "sí, puede". Aunque esa era sólo una de las opciones. Tonterías, pensó Annabelle, no le des más vueltas.

Entonces unas notas de piano conocidas empezaron a sonar a través de los amplificadores. Annabelle miró hacia el escenario, donde el pelirrojo había ocupado el lugar del teclado. Sus finos dedos de pianista bordaban a la perfección la melodía de Asleep. Oh, Dios. Era Asleep. El corazón de Annabelle dio un vuelco en su pecho, y, aunque no le gustara admitirlo, se emocionó en cuanto supo qué era lo que Kyle la había dicho a Quentin.

Aquella era su canción.

-¿Me concedes este baile? -preguntó entonces Kyle, ofreciéndole su mano a Annabelle.

-Eres un cursi -replicó ella, con una sonrisa-, pero sí.

Ella puso los brazos alrededor del cuello de Kyle, entrelazando los dedos en su nuca. Él puso las manos en la fina cintura de Annabelle, y sus dedos podían rodearla sin problema. Parecía tan pequeña, tan... frágil. Pero Kyle sabía que no era así. O al menos, eso creía.

La voz de Quentin era casi irreconocible entre la profunda letra de aquella hermosa canción, pero la interpretaba con bastanete sinceridad, y entonaba que daba envidia.

Kyle y Annabelle bailaban con pasos lentos, con las cabezas agachadas y sus frentes una contra la otra. Annabelle podía oír el sonido de la respiración de Kyle, notaba el tranquilo latido de su corazón, y eso la calmaba.

-Te quiero -susurró ella.

-Te quiero -le dijo él de vuelta.

Annabelle subió un poco la vista para mirarle a los ojos y se topó con muchos otros pares de pupilas clavadas en ellos. Los. Estaban. Mirando. Todos. De repente notó cómo su pulso se aceleraba, y notó como si el corazón se hubiera mudado de su pecho para trasladarse a su gargante. Sentía que si decía una sola palabra, el corazón se le saldría por la boca. Sus piernas flaquearon. Comenzó a temblar como un flan.

-¿Estás bien? -preguntó Kyle, preocupado, cuando notó que ella había cargado su peso sobre él al no poder sostenerse.

-Sí... -dijo ella con dificultad. Se aclaró la garganta-. Sí -repitió con seguridad-. Sólo necesito sentarme un rato.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, tranquilo. Puedo sola. Será un rato. No te preocupes.

La canción había terminado y la gente aplaudía entusiasmada a la actuación del grupo. Annabelle se escabulló entre la gente, y notó sus ojos clavados en la nuca, mientras caminaba mirando al suelo. Por fin encontró unos asientos frente a la mesa de aperitivos y se sentó.

El tiempo pasó rápido y pronto "un rato" pasó a ser media hora, y esa media se convirtió en una, y quien sabe en cuánto más pudo convertirse esa hora. Y allí estuvo todo ese tiempo, observando a Quentin interpretar el más largo repertorio de canciones que jamás había escuchado. Kyle no fue a buscarla, pero ella no lo notó, estaba demasiado ocupada comiendo todo lo que le ponían por delante y mirando a la gente bailar. Parecían felices. Ugh, qué amarga la parecía esa felicidad a Annabelle.

Cuando miró su reloj, eran más de las dos de la mañana. Sus ojos comenzaban a cerrarse, así que decidió buscar a Kyle para marcharse a casa con él. En su mente, cuando se marcharan de allí, todo volvería a ser normal. Hablarían en el descapotable sobre la noche, Annabelle comentaría algo sobre la voz de Q, y después cada uno se iría a su casa. Seguirían con sus vidas, yendo cada día al Penny Lane's y de vez en cuando a las vías de tren. Annabelle no volvería a pisar una fiesta. Nunca. Más.

Lástima que la realidad no fuese a ser así. Al menos, no del todo. La realidad nunca es tan hermosa como la vemos en nuestra imaginación.

Annabelle volvió a meterse entre toda aquella gente, y arrugó la nariz. Allí olía exageradamente a alcohol. Probablemente estaban todos borrachos. Las palomitas, las patatas, y todos los aperitivos le pesaban en el estómago Ella era la única gilipollas que no había sido capaz de beber en toda la noche. Genial.

Sus ojos encontraron la cabeza de Kyle. No supo como sabía que era él, ya que estaba de espaldas, pero el caso era que lo sabía. Tenía la cabeza extrañamente agachada, como si estuviera hablando con alguien mucho más pequeño que él.

Pero entonces se dio cuenta, y toda ilusión se rompió dentro de ella. Estaba besando a alguien. Ese alguien tenía un leve olor a mar y el cabello celeste.

Dios, susurró ella. La chica era Jade.

Las lágrimas comenzaron a brotar en sus ojos, y se tapó la boca para ahogar un sollozo. No podía creerse lo que estaba viendo. Delante de sus narices, la persona a la que más amaba en el mundo la estaba traicionando. Por muy borracho que pudiera estar. Deseó con todas sus fuerzas que fuera sólo un mal sueño, pero muy en su interior sabía que no era así.

Las cabezas de Kyle y Jade seguían pegadas cuando alguien detrás de ella dijo:

-Oh. Dios. Mío.

Era Quentin, que ya había dejado el escenario. Estaba tan asombrado como ella, aunque no estaba tan dolido. Por supuesto que no.

Annabelle se dio la vuelta con la cara empapada de lágrimas y le susurró con voz rota a Quentin:

-Llévame a casa. Por favor.

Él asintió sin decir una palabra y la rodeó con un brazo, y solo entonces, mientras caminaban al aparcamiento, ella se permitió sollozar, llorar, y gritar todo lo que se había callado. Dios, la había traicionado por esa puta de Jade. Su Kyle. Nunca esperó algo así de él. Pero claro, había olvidado que él era Kyle Dixon. El rompecorazones despiadado.

Se subieron en el pequeño coche de Q, y ella, todavía llorando, le dio su dirección para que la llevara. Entonces oyó la voz de Kyle desde tan solo unos metros de distancia. Estaba claro que la había visto marcharse.

-Annabelle -dijo, arrastrando las sílabas de una manera extraña y repugnante. Estaba claro que estaba borracho. Se dio cuenta en cuanto ella lo miró de que estaba llorando-. ¿Annabelle? Oh... Dios. Lo has visto.

Ella lloró aún más. Él había sido consciente del beso y no se había apartado.

-Lo... lo siento.

-Cállate la jodida boca -le escupió ella-. Arranca -ordenó a Quentin.

El coche salió del aparcamiento antes de que Kyle pudiera pronunciar una palabra más. Se quedó allí, de pie y tambaleándose, borracho como una cuba y con la culpabilidad ahogándole.

Al llegar a la puerta del apartamento de Annabelle, ella no movió ni un músculo. Seguí sollozando entre sus rodillas. El llanto sonaba doloroso incluso para él.

-Annabelle -dijo Quentin-. Eh, Belle, ven aquí.

El nombre le hizo sonreír un poco, y al instante estuvo llorando aún más, pero entre los brazos de Quentin. Se sentía bien allí. Entre sus brazos se sentía segura, aunque seguía destrozada por lo que Kyle había hecho, y dudaba que nada pudiera arreglarlo.

Kyle había roto su corazón en pedacitos tan pequeños que todos y cada uno de ellos se habían perdido. No podía repararlo. No podía encontrarlo.
La había convertido en un jodido e irreparable desastre.

2 comentarios:

  1. No lloror, porque estoy en clase de informática, en el colegio, que si no... Dios mío, que inesperado y horrible pero a la vez bonito porque cualquier cosa que escribas parece maravilloso, joder....
    Lots of Love,
    Leila Different

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