«Until I'm no longer human and you're no longer sane
my face is hard with anger, but I want you just the same.»
De
 vuelta en el descapotable blanco de Kyle, Annabelle tenía los pies 
sobre el salpicadero y las manos cruzadas sobre el pecho, trantando de 
traquilizarse. Su respiración se había calmado bastante, pero seguía 
sintiendo como si algo dentro de ella fuese a explotar de ella. Sí, ella
 era Annabelle Rousseau. Pero quizás, sólo quizás, ella no podía con 
todo.
Cerró los ojos, respiró hondo y abrió la puerta del coche 
para salir. Kyle la siguió. Annabelle se acercó a él, quitándole el 
extraño aunque informal sombrero negro que él llevaba para ponérselo 
ella y le dedicó una sonrisa más o menos sincera. Kyle la besó con 
cuidado y entrelazó sus dedos entre los de ella, y caminaron juntos 
hacia la multitud.
-¿Qué es esto, entonces? ¿Un concierto? ¿Una fiesta?
-Es una fiesta -respondió
 Kyle, mientras le daba los pases al tipo de la entrada, que parecía un 
luchador de sumo con cara de pocos amigos-, pero con música en directo.
-Podéis pasar -dijo Luchador de Sumo.
Ella
 asintió, asimilando la idea de que iba a entrar en un lugar donde había
 una aglomeración. De muchas, mucha gente. Toda junta. Se masajeó las 
sienes para intentar tranquilizarse, y notó que su frente estaba 
cubierta de sudor frío.
-Eh, tranquila -la calmó Kyle, notando como ella se tensaba y casi se caía de sus tacones-. Ya verás. Te gustará.
Llegaron
 a donde estaba toda la gente. Delante de ellos había un pequeño e 
improvisado escenario, con una batería, un micrófono y amplificadores. A
 los lados de ese sitio -que estaba al aire libre, o de lo contrario 
Annabelle ni habría pensado en ir- estaban colocadas dos mesas; una con 
aperitivos y otra a modo de barra, con asientos altos junto a ella. Un 
hombre joven con barba de varios días preparaba bebidas para una pareja 
con la cara agujereada por piercings y la piel cubierta de tatuajes. La gente aquí es extraña, pensó Annabelle, aunque era mucho más probable que ella fuese la extraña.
-¿Quieres
 beber algo? -preguntó Kyle, a lo que ella respondió moviendo su cabeza 
una pulgada hacia arriba y otra hacia abajo, con un gesto que pretendía 
decir sí.
Annabelle miró a su alrededor. En el pequeño 
espacio que ocupaba aquella fiesta, seguramente no cabría ni un alfiler 
más. Cientos de cuerpos bailaban -con movimientos resumidos en dar 
saltitos con un puño en el aire- frente al escenario, en el que ahora 
tocaba un grupo de personas no mucho más mayores que Annabelle. El 
cantante era rubio, y por lo que podía ver sus ojos eran de un azul 
celeste gélido. Tenía una hombros delgados y aspecto debilucho, aunque 
ser el cantante de un grupo le hacía verse bien, al menos desde el punto
 de vista de Annabelle.
Las personas que bailaban tenían el 
aspecto más extraño y más variado que ella hubiera visto jamás. Había 
personas vestidas de negro, chaquetas de cuero con tachuelas cubrían sus
 hombros y botas militares sus pies. También había gente con el pelo de 
colores vivos, algunos de amarillo chillón, otros naranja fluorescente, 
rosa fucsia e incluso azul neón.
En ese momento, Kyle se le acercó
 con las bebidas. Con él iban dos personas más. El cantante del grupo, 
que al parecer había sido reemplazado por un tiempo por un chaval 
pelirrojo, y una de las chicas con el pelo de colores que había visto en
 la pista de baile. Ella llevaba el pelo en un tono azul celeste que 
resultaba agradable para la vista, no como muchos de los otros colores 
que podían verse frente al escenario.
-Annabelle, ellos son unos amigos que quería presentarte.
-Hey -dijo el cantante- soy Quentin. Un placer.
-Annabelle -dijo ella, saludándole tímidamente con la mano.
-Te llamaré Belle -ella abrió la boca para quejarse, pero Quentin la interrumpió-. ¿Qué? Te queda bien ese nombre.
Ella se sonrojó, y, para disimularlo, puso los ojos en blanco.
-¿Sabes?,
 yo compartí piso con Dixon. Este tío ronca por las noches como un cerdo
 con resfriado. Fueron los tres años que peor he dormido en toda mi 
vida.
-Esa información sobraba, Q -dijo Kyle, dándole un codazo a su amigo.
Annabelle
 rió con ganas. Ya no la incomodaba tanto eso de estar entre toda 
aquella gente. A lo mejor terminaba pasándolo bien esa noche. O a lo 
mejor no.
-Eh -dijo Pelo Azul-, creo que sigo existiendo, aunque hayáis decidido excluirme de la conversación.
-Perdona -se disculpó Kyle-. Annabelle, esta es Jade.
Annabelle
 fue a darle la mano, pero ella simplemente se lanzó y le dio un fuerte 
abrazo, como si la conociera de toda la vida. Al principio Anabelle se 
tensó, ya que no estaba acostumbrada a abrazar a extraños, pero después 
la abrazó también. Su cabello olía a agua salada y estaba bastante 
húmedo; estaba claro que había estado hacía poco en el mar.
-Pareces maja -dijo Jade, sonriéndole.
-Gracias. Estoy casi segura de serlo -bromeó Annabelle-. Tú también pareces maja.
En ese momento, alguien llamó a Quentin a través de los 
altavoces. Era el pelirrojo que le sustituía en el escenario, anunciando
 que debía volver a su puesto.
-El deber me
 llama -se lamentó el joven, haciendo una mueca de «qué le vamos a 
hacer». Antes de que se fuera, Kyle le hizo una señal para que se 
acercara y le dijo algo al oído. Quentin asintió y se marchó, 
perdiéndose entre la gente.
Annabelle frunció el ceño, preguntándose qué le habría dicho. Se imaginó que sería alguna broma de tíos, algo así como "eh, mira, la tía del pelo naranja chillón está bien para ti", y Quentin habría asentido queriendo decir "sí, puede". Aunque esa era sólo una de las opciones. Tonterías, pensó Annabelle, no le des más vueltas. 
Entonces
 unas notas de piano conocidas empezaron a sonar a través de los 
amplificadores. Annabelle miró hacia el escenario, donde el pelirrojo 
había ocupado el lugar del teclado. Sus finos dedos de pianista bordaban
 a la perfección la melodía de Asleep. Oh, Dios. Era Asleep.
 El corazón de Annabelle dio un vuelco en su pecho, y, aunque no le 
gustara admitirlo, se emocionó en cuanto supo qué era lo que Kyle la 
había dicho a Quentin.
Aquella era su canción.
-¿Me concedes este baile? -preguntó entonces Kyle, ofreciéndole su mano a Annabelle.
-Eres un cursi -replicó ella, con una sonrisa-, pero sí.
Ella
 puso los brazos alrededor del cuello de Kyle, entrelazando los dedos en
 su nuca. Él puso las manos en la fina cintura de Annabelle, y sus dedos
 podían rodearla sin problema. Parecía tan pequeña, tan... frágil. Pero 
Kyle sabía que no era así. O al menos, eso creía.
La
 voz de Quentin era casi irreconocible entre la profunda letra de 
aquella hermosa canción, pero la interpretaba con bastanete sinceridad, y
 entonaba que daba envidia.
Kyle y Annabelle bailaban con pasos 
lentos, con las cabezas agachadas y sus frentes una contra la otra. 
Annabelle podía oír el sonido de la respiración de Kyle, notaba el 
tranquilo latido de su corazón, y eso la calmaba.
-Te quiero -susurró ella.
-Te quiero -le dijo él de vuelta.
Annabelle
 subió un poco la vista para mirarle a los ojos y se topó con muchos 
otros pares de pupilas clavadas en ellos. Los. Estaban. Mirando. Todos. 
De repente notó cómo su pulso se aceleraba, y notó como si el corazón se
 hubiera mudado de su pecho para trasladarse a su gargante. Sentía que 
si decía una sola palabra, el corazón se le saldría por la boca. Sus 
piernas flaquearon. Comenzó a temblar como un flan.
-¿Estás bien? -preguntó Kyle, preocupado, cuando notó que ella había cargado su peso sobre él al no poder sostenerse.
-Sí... -dijo ella con dificultad. Se aclaró la garganta-. Sí -repitió con seguridad-. Sólo necesito sentarme un rato.
-¿Quieres que te acompañe?
-No, tranquilo. Puedo sola. Será un rato. No te preocupes.
La
 canción había terminado y la gente aplaudía entusiasmada a la actuación
 del grupo. Annabelle se escabulló entre la gente, y notó sus ojos 
clavados en la nuca, mientras caminaba mirando al suelo. Por fin 
encontró unos asientos frente a la mesa de aperitivos y se sentó. 
El
 tiempo pasó rápido y pronto "un rato" pasó a ser media hora, y esa 
media se convirtió en una, y quien sabe en cuánto más pudo convertirse 
esa hora. Y allí estuvo todo ese tiempo, observando a Quentin 
interpretar el más largo repertorio de canciones que jamás había 
escuchado. Kyle no fue a buscarla, pero ella no lo notó, estaba 
demasiado ocupada comiendo todo lo que le ponían por delante y mirando a
 la gente bailar. Parecían felices. Ugh, qué amarga la parecía esa 
felicidad a Annabelle.
Cuando miró su 
reloj, eran más de las dos de la mañana. Sus ojos comenzaban a cerrarse,
 así que decidió buscar a Kyle para marcharse a casa con él. En su 
mente, cuando se marcharan de allí, todo volvería a ser normal. 
Hablarían en el descapotable sobre la noche, Annabelle comentaría algo 
sobre la voz de Q, y después cada uno se iría a su casa. Seguirían con 
sus vidas, yendo cada día al Penny Lane's y de vez en cuando a las vías 
de tren. Annabelle no volvería a pisar una fiesta. Nunca. Más.
Lástima
 que la realidad no fuese a ser así. Al menos, no del todo. La realidad 
nunca es tan hermosa como la vemos en nuestra imaginación.
Annabelle
 volvió a meterse entre toda aquella gente, y arrugó la nariz. Allí olía
 exageradamente a alcohol. Probablemente estaban todos borrachos. Las 
palomitas, las patatas, y todos los aperitivos le pesaban en el estómago
 Ella era la única gilipollas que no había sido capaz de beber en toda 
la noche. Genial.
Sus ojos encontraron la cabeza de Kyle. No supo como sabía que 
era él, ya que estaba de espaldas, pero el caso era que lo sabía. Tenía 
la cabeza extrañamente agachada, como si estuviera hablando con alguien 
mucho más pequeño que él.
Pero entonces se dio cuenta, y toda ilusión se rompió dentro de ella. Estaba besando a alguien. Ese alguien tenía un leve olor a mar y el cabello celeste.
Dios, susurró ella. La chica era Jade.
Las
 lágrimas comenzaron a brotar en sus ojos, y se tapó la boca para ahogar
 un sollozo. No podía creerse lo que estaba viendo. Delante de sus 
narices, la persona a la que más amaba en el mundo la estaba 
traicionando. Por muy borracho que pudiera estar. Deseó con todas sus 
fuerzas que fuera sólo un mal sueño, pero muy en su interior sabía que 
no era así.
Las cabezas de Kyle y Jade seguían pegadas cuando alguien detrás de ella dijo:
-Oh. Dios. Mío.
Era Quentin, que ya había dejado el escenario. Estaba tan asombrado como ella, aunque no estaba tan dolido. Por supuesto que no.
Annabelle se dio la vuelta con la cara empapada de lágrimas y le susurró con voz rota a Quentin:
-Llévame a casa. Por favor.
Él
 asintió sin decir una palabra y la rodeó con un brazo, y solo entonces,
 mientras caminaban al aparcamiento, ella se permitió sollozar, llorar, y
 gritar todo lo que se había callado. Dios, la había traicionado por esa
 puta de Jade. Su Kyle. Nunca esperó algo así de él. Pero claro, había 
olvidado que él era Kyle Dixon. El rompecorazones despiadado.
Se
 subieron en el pequeño coche de Q, y ella, todavía llorando, le dio su 
dirección para que la llevara. Entonces oyó la voz de Kyle desde tan 
solo unos metros de distancia. Estaba claro que la había visto 
marcharse.
-Annabelle -dijo, arrastrando 
las sílabas de una manera extraña y repugnante. Estaba claro que estaba 
borracho. Se dio cuenta en cuanto ella lo miró de que estaba llorando-. 
¿Annabelle? Oh... Dios. Lo has visto.
Ella lloró aún más. Él había sido consciente del beso y no se había apartado.
-Lo... lo siento.
-Cállate la jodida boca -le escupió ella-. Arranca -ordenó a Quentin.
El
 coche salió del aparcamiento antes de que Kyle pudiera pronunciar una 
palabra más. Se quedó allí, de pie y tambaleándose, borracho como una 
cuba y con la culpabilidad ahogándole.
Al 
llegar a la puerta del apartamento de Annabelle, ella no movió ni un 
músculo. Seguí sollozando entre sus rodillas. El llanto sonaba doloroso 
incluso para él.
-Annabelle -dijo Quentin-. Eh, Belle, ven aquí.
El
 nombre le hizo sonreír un poco, y al instante estuvo llorando aún más, 
pero entre los brazos de Quentin. Se sentía bien allí. Entre sus brazos 
se sentía segura, aunque seguía destrozada por lo que Kyle había hecho, y
 dudaba que nada pudiera arreglarlo.
Kyle 
había roto su corazón en pedacitos tan pequeños que todos y cada uno de 
ellos se habían perdido. No podía repararlo. No podía encontrarlo.
La había convertido en un jodido e irreparable desastre.
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