Obsequios. (Flashbacks 4)

miércoles, 16 de abril de 2014

 
«And I don't know why, but with you I'd dance in a storm in my best dress, fearless.»

Eran las cinco de la tarde y Kyle estaba observando las nubes, sentado en aquellas viejas vías de tren, en aquel lugar que anteriormente había compartido con Annabelle. Hacía un día gris, casi igual que aquel en el que los dos jóvenes se habían tumbado juntos a contemplar el cielo y a pensar. Casi como aquel día en el que habían compartido el silencio.
Sin embargo, aquel día parecía tener menos color, ya que la pelirroja no estaba allí. Kyle la había llamado para ir al Penny Lane's Café o a cualquier otro sitio juntos, pero ella había rechazado la oferta. Le había dicho al chico que estaría ocupada terminando algo.
Y era ese algo el que rondaba por la cabeza de Kyle desde la llamada de teléfono que había compartido con Annabelle. Por su mente había varias preguntas que no dejaban de atormentarle, y a las que no encontraba respuesta. ¿Qué sería lo que tenía que hacer Annabelle? ¿Estaba ella con alguien? En caso de que la respuesta fuera sí, ¿con quién? ¿Y por qué prefería estar con esa persona antes que pasar el día con él? ¿Por qué lo que estaba haciendo era tan importante como para dejarle tirado a él?
Cuanto más se hacía estas preguntas, menos clara estaba la respuesta, y gracias a esto, una estúpida duda iba creciendo cada vez más en su pecho. Quería que ella estuviese con él. Le importaba muy poco lo que tuviese que hacer. La necesitaba a su lado, y se odiaba por ello.
Se odiaba porque nunca había dependido de aquella manera de una chica. Se odiaba porque no quería hacer una montaña de un grano de arena. Se odiaba porque no quería ser posesivo con ella. Se odiaba porque se había enamorado sin remedio de la pelirroja.
Pero era algo que ya no podía solucionar. Él era Kyle Dixon, el joven que enamoraba a las chicas con sólo una mirada y una media sonrisa pícara, el que no tenía que decir más de dos palabras para conquistar a cualquier mujer, el que controlaba las relaciones y las dejaba cuando se cansaba de ellas. Sin embargo, aquella relación no la tenía controlada. Sentía un vacío cuando ella no estaba allí. Sentía que todo se iluminaba cuando la veía llegar, con su cabello rojizo alborotado y repleto de rosas frescas. Estaba enamorado de verdad.
Y, joder, estar enamorado dolía.
Dolía mucho.
Kyle dio un trago a su cerveza y saboreó la amarga bebida. Dejó que el botellín colgara de su mano, con peligro de caer y romperse en mil pedazos, e intentó abstraerse un poco buscando formas en las nubes que surcaban el cielo gris. Una era un pájaro, como aquellos que tenía el pijama de Annabelle, un gorrión en pleno vuelo. Otra parecía una taza de café humeante, y le recordó al día en el que la joven y él se habían conocido, cuando él la había seguido hasta aquella cafetería.
Pronto se dio cuenta de que no era capaz de ver formas en las nubes que no tuvieran relación con ella. La extrañaba más de lo que quería.
Bebió un trago tras otro del botellín medio vacío hasta que no quedaron más que un par de gotas en el fondo de la botella de cristal. Dio vueltas al líquido amarillo que quedaba, observando como se movían, tan solo para matar el tiempo. Tras unos segundos, aquello empezó a parecerle absurdo, así que dejó el botellín en el suelo, justo al lado de donde estaba sentado, junto a los otros tres que se había tomado.
Normalmente no habría bebido por una chica. No, él no era del tipo de personas que ahogaban las penas en el alcohol, ni tampoco en el humo de un cigarro. Cuando Kyle bebía o fumaba, lo hacía por diversión.
Pero aquel día era diferente. Ella no estaba allí, y algo tenía que hacer para olvidarse. Era consciente de que estaba exagerando las cosas, que probablemente ella no estaría haciendo otra cosa que tareas de su apartamento, o quizás unas simples compras con alguna amiga. Él lo sabía. Pero el problema era que, aún así, estaba dolido, sin más razón que la ausencia de la pelirroja.
Tras unos minutos en los que trató de dejar la mente en blanco, empezó a oír pasos que se acercaban hacia allí. Se volvió para ver de dónde venían, pero no había nadie. Se dio la vuelta de nuevo y se encogió de hombros, quitándole importancia. Entonces se oyó un ruido que venía de los arbustos, y antes de que Kyle pudiera girarse, unas huesudas manos le taparon los ojos.
-¿Quién soy? -preguntó una voz inconfundible.
-Déjame adivinar... Mi madre -bromeó él, con una gran sonrisa en el rostro.
Annabelle quitó las manos de los ojos de Kyle y se sentó a su lado, cruzando las piernas. Iba descalza, y en las manos llevaba sus típicas botas country marrones, destrozadas de tanto uso. Su cabeza estaba coronada por las habituales rosas rojas, y llevaba el rojizo cabello recogido en una trenza que caía por su espalda.
-Qué gracioso eres -dijo ella, aún recuperando el aliento, ya que había ido corriendo todo el camino hasta allí.
Sonrieron a la vez, y entonces el joven se dio cuenta de que Annabelle llevaba en la mano la carpeta de sus dibujos, la misma que le dejó ojear el día que se conocieron. Parecía entusiasmada por algo, y aferraba la carpeta contra ella como si le fuera la vida en ello.
-¿Qué tienes ahí? -preguntó Kyle mientras hacía un intento de quitarle la carpeta, pero Annabelle la quitó de su alcance.
-Eh, no seas impaciente.
-¿Impaciente? -se preguntó él, sin dirigir la pregunta a nadie más que a sí mismo.
La pelirroja abrió la carpeta y rebuscó algo entre todos los papeles. Cuando por fin lo encontró, su rostro se iluminó, y le entregó el dibujo a Kyle.
-Feliz martes -dijo, sonriendo.
El folio estaba repleto de retratos del joven. Kyle observando las nubes, tumbado en las vías de tren. Kyle compartiendo un café con ella en el Penny Lane's. Kyle durmiendo en el sofá color caramelo, con el moratón rodeando su ojo gris. Kyle sonriendo, mientras miraba hacia alguien -seguramente ella- entre la multitud, exactamente igual que cuando se conocieron.
Él estaba sorprendido. Annabelle había captado perfectamente su expresión, dura pero aun así agradable, y cómo sus ojos grises se iluminaban como si fueran chispas en un día nublado.
-¿Por qué? -preguntó él, aún contemplando asombrado los dibujos.
-Ya te lo he dicho. Feliz martes.
-Annabelle Rosseau, no juegues conmigo. Tiene que haber alguna otra razón.
-Eres la persona más tozuda que he conocido nunca, Kyle Dixon. Creí que te debía algo, idiota. Quería recompensarte por todos los días que has estado a mi lado. Por eso, hoy es sólo un día más, pero tú estás conmigo. Así que feliz martes.
-Aw, esta vez eres tú la cursi.
-Y por eso no quería explicártelo. Porque es cursi.
-Que sea cursi no quiere decir que no me encante. Gracias, pelirroja. Te quiero.
-Yo también te quiero.
Hubo unos minutos de silencio en los que ambos se quedaron abrazados, sintiendo la respiración y el latido del corazón del otro. Había sido la primera vez que habían pronunciado las dos-grandes-palabras, la primera vez que habían mostrado sus sentimientos sin indirectas.
Entonces, Kyle recordó la razón por la que había invitado a Annabelle a pasar el día con él: también tenía un regalo que darle.
-Eso me recuerda... Yo también tengo algo para ti.
Rebuscó en su bolsillo y cuando el tacto de aquella cadena fría, de plata, dio contra su mano, sonrió.
-¿Qué? -preguntó ella, curiosa.
Ni siquiera sabía por qué había metido el colgante en su bolsillo antes de salir de casa, sabiendo que no la iba a ver, que no iba a poder dárselo. Quizás fuera porque sentir aquella llave golpeando contra su pierna cada vez que daba un paso le reconfortaba, le recordaba a Annabelle.
-Feliz martes -le dijo, mientras le rodeaba el cuello con aquella fina cadena.
La llave cayó por encima de la camisa que llevaba aquel día la pelirroja, y cuando ella la vio, se lanzó a los brazos de Kyle, estrechándolo en un fuerte abrazo.
El pequeño collar plateado rebotó en su ropa, metiéndose por dentro de esta, y encajó perfectamente con aquel hueco que tenía Annabelle en el centro del pecho. De alguna manera, la completaba, igual que hacía Kyle.
Era perfecto.

                                                     ***                                                   







Because these things will change.
Can you feel it now?
This walls that they put up
to hold us back will fall down.

Love always,

-Merce.

2 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta, me encanta Merce. Ya me estás dando tu talento para escribir eh jajajaja
    Espero que sigas escribiendo y subas pronto los siguientes capítulos que me dejas en ascuas!!!
    Besooooos♥

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  2. Me encanta que pongas la cita de Change... Aww cómo amo esa canción.
    Un beso enoorme,
    Leila Different

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