«We're children of the bad revolution, and party is the only solution.»
Annabelle estaba apoyada en el pecho de Kyle, tumbada sobre el sofá y con los pies descalzos sobre un cojín. Era tan solo la segunda vez que él la llevaba a su casa, ya que no solía llevar allí ni siquiera a sus amigos. Era una manía un tanto absurda, pero a Kyle no le gustaba que se supieran dónde vivía. Sin embargo, sentía que en ella sí podía confiar. Al fin y al cabo, era Annabelle, su pelirroja francesa, su chica de las rosas en el pelo.
La única chica que había conseguido entrar en su corazón, al parecer, para quedarse.
Entre aquellas cuatro paredes se respiraba tranquilidad, algo que los dos jóvenes no habían tenido desde hacía bastante tiempo. Las notas de Asleep, aquella canción de The Smiths, flotaban en el aire creando una atmósfera apacible. Llevaban casi toda la mañana allí tirados, escuchando las antiguas cintas de recopilatorios que tenía Kyle. En ellas estaban sus canciones favoritas, le encantaba compartirlas con Annabelle, ya que para él eran algo importante.
-No está nada mal -admitió ella, cerrando los ojos y hundiéndose en la música-, sobre todo el acompañamiento del piano.
Annabelle sabía que Kyle había ido a unas cuantas clases de piano hacía no más de cinco años -de hecho, el chico aún guardaba un viejo teclado que anteriormente había pertenecido a su madre-, pero por más que le había insistido en que le hiciera una demostración con aquel hermoso instrumento, él no cedía. Quizás se avergonzaba de aquella parte de él, del Kyle pianista que sentía atracción hacia el arte y se interesaba por este, y no quería que nadie lo viera. Era como si tuviera dos personales distintas, y con Annabelle mostrara la segunda, la más amable, aunque no del todo. Aún ocultaba su faceta de pianista.
-Sé lo que estás intentando -dijo Kyle, mirándola con una media sonrisa que intentaba reprimir-, y mi respuesta sigue siendo no.
-Oh, vamos -insistió ella, de nuevo-. ¿Tanta vergüenza te da que alguien te vea tocando el piano? Sabes que puedes confiar en mí.
-No es eso -contestó él, con un tono cortante-. Y, por favor, ¿podemos cambiar de tema?
-Ag, está bien.
Asleep finalizó con aquellas últimas notas de caja de música que tanto le gustaban a Kyle.
-Esto empieza a parecerme demasiado tranquilo, ¿no crees?
Annabelle lo pensó con detenimiento. Se habían pasado las últimas semanas sin parar ni un solo segundo, corriendo por las vías de tren, con su enérgica risa sonando a todo volumen, y visitando de vez en cuando el Penny Lane's Café para descansar un poco de sus largas caminatas a través de aquellos raíles.
Era verdad que habían pensado que necesitaban un poco de tranquilidad, pero al quedarse allí, tan quietos que hasta podían escuchar el sonido de su propia respiración, ambos sentían un vacío en el pecho, como si les faltara algo.
Y los dos sabían que la diversión iba a ser la única solución para aquello.
-Ahora que lo dices... síp. Demasiado tranquilo -dijo ella, asintiendo con la cabeza.
-Deberíamos hacer algo.
-Pero, Kyle, ¿no estás un poco destrozado de andar todo el día? En serio, no creo que mis pies puedan dar un solo paso más.
De repente, a Kyle se le encendió la bombilla y una idea cruzó por su mente. Sonrió de nuevo, pero esta ves, sus ojos grises se iluminaron. Annabelle conocía aquella mirada mejor de lo que jamás hubiera pensado.
-No necesitaremos andar -dijo, con tono de estar intentando hacerse el interesante, algo que funcionaba con todas las chicas menos con Annabelle, aunque, esta vez, la pelirroja frunció el ceño y dirigió a Kyle una mirada de no estar entendiendo.
-¿A qué te refieres?
-Tú sígueme.
Annabelle se calzó sus desgastadas Converse rojas y siguió a Kyle a través del pasillo. Cuando llegaron al final, él abrió aquella puerta metálica que nunca antes había abierto a nadie y que la pelirroja se había preguntado tanto qué habría tras ella.
Misterio resuelto. Tras ella no había una sala de música o un estudio, como Annabelle había imaginado, sino un amplio garaje, en el que Kyle guardaba su mayor tesoro. A la chica se le escapó un pequeño grito ahogado cuando vio el coche. Aquel descapotable blanco resplandecía, y a pesar de sus evidentes años de antigüedad, estaba en un perfecto estado.
-No suelo enseñárselo a nadie -admitió Kyle-. Es lo único que me queda de mi padre.
Así que eso era. El piano había sido de su madre, y aquel coche, de su padre; debían de ser sus mayores tesoros, y ella entendía que los guardara con tanto apego. Annabelle se preguntó qué les habría pasado a sus padres, sin embargo, no preguntó nada, con intención de no herirle.
Tras un minuto en el que el garaje quedó sumido en un incómodo silencio, Kyle dijo, con tono de galán:
-¿Te apetece dar una vuelta?
Ella sonrió.
-Por supuesto.
Subieron al coche, que arrancó con un sonido sorprendentemente suave. Con la misma suavidad, se deslizó hacia la carretera. Los primeros minutos, Annabelle se dedicó a observar el paisaje, aquel desierto paraje que tan solo mostraba unos cuantos árboles de vez en cuando que les rodeaba, y a los pájaros volando, libres, por aquel infinito cielo azul.
Una pregunta vino de repente a la mente de la pelirroja.
-Y... ¿a dónde vamos?
-A ninguna parte -dijo Kyle, encogiéndose de hombros y apartando los ojos de la carretera para dedicarle una pequeña sonrisa a Annabelle.
A ella le sorprendió aquella respuesta tan imprecisa, tan extraña y a la vez preocupante. Pero no se dejó llevar por el miedo y permitió que una fuerte carcajada escapara de su garganta. El coche empezó a acelerar, quizás incluso más de lo permitido, y el viento rozó con fuerza los rostros de los dos jóvenes. Ese sentimiento tan extraño volvió a inundarles.
Kyle hizo un gesto a Annabelle como para que se levantara en el asiento, y ella al principio dudó, temiendo caerse, pero terminó confiando en él. ¿Cómo no iba a confiar en Kyle, si a veces pensaba que él la conocía mejor que ella misma?
Entonces, dejándose llevar, Annabelle se levantó del asiento y se puso de pie, abriendo los brazos, y se sintió ligera, igual que uno de esos pájaros que surcaban el cielo, como si fuera a salir a volar en cualquier momento. El viento la azotó con mucha más fuerza que antes, y su cabello pelirrojo floto en el aire como si la gravedad lo hubiera abandonado, aunque, por suerte, las rosas rojas seguían aferrándose con fuerza a su cabeza, negándose a caer. Había algo en aquel momento que la hizo sentirse bien. Cerró los ojos e inhaló fuertemente aquel aire, que era justo el que hizo que aquel vacío en su pecho volviera a llenarse, y se sintió bien de nuevo.
Era como estar respirando libertad.
Precioso! Sé que te lo he dicho millones de veces pero escribes P-R-E-C-I-O-S-O. Me da una envidia... (pero que sepas que es sana jeje) Y Anabelle y Kyle son tan monos, tan asdfghklñ es que ugh! Ya me gustaría que convirtieras esto en un libro y que tuviera mucho éxito y que luego fuera una peli e iría con mis amigas al cine y diría: Esto lo escribió mi hermanita swiftie: Merce Fearless y mis amigas (o más bien: las chicas majas que me soportan) me mirarían con cara rara.
ResponderEliminarBueno...
Un beso enorme...
Leila Different
Me encanta, me encanta, me encanta. Gran talento para escribir sí señor. ESPERO EL SIGUIENTE CAPÍTULOOOO JAJAJA
ResponderEliminarBesooooos♥
Abdavsdgv *-----------------------* sin palabras en serio... me ha encantado!
ResponderEliminarA partir de ahora me tendrás mas a menudo por aquí jeje
Besoos<33
esto es la droga ♥♥
ResponderEliminarOs espera un premio en mi blog
ResponderEliminarhttp://elmayorplaceres.blogspot.com.es/
Nos vemos
PRECIOSO osea me encanta adoro como escribes tienes que hacerte escritora pasate x mi blog porfa acabo de empezar ;) http://fire--starter.blogspot.com.es/
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