Estrellas. (Flashbacks 12)

viernes, 4 de julio de 2014


«All the pretty stars
shine for you, my love.
Am I that girl
that you dream of?»

Kyle.

La noche era oscura, aunque no tanto como unas horas antes. Eran las 4.28 y Kyle caminaba por las vías de tren. Esta vez, iba solo. Iba a llegar más lejos que todos los días que había visitado aquellos raíles. Normalmente, solo llegaba al rellano cubierto de piedras. Pero aquella noche planeaba andar hasta donde las vías de tren quedaban suspendidas en el aire. Y, una vez allí, todo habría terminado.


Annabelle.

Ella aún intentaba asimilar la visita de Kyle. ¿Cómo se atrevía a llegar allí y ponerlo todo patas arriba, para después volver a marcharse? Se preguntaba por qué había dicho que la iba a echar de menos.

Se tocó los labios. Aún podía sentir la boca de Kyle contra la suya. Si al quererlo aún era una estúpida, entonces ella era la estúpida más grande del mundo. Annabelle esperaba volver a verle. Esperaba poder arreglarlo todo.

Entonces recordó que, solo unas horas antes, esos labios que tanto añoraba habían besado a otros labios que no eran los suyos. Y sintió asco.


Kyle.

Había sido la noche más larga de su vida. También iba a ser la última. Se alegraba de que la última persona a la que había besado había sido a Annabelle. Se alegraba de que la última canción que había escuchado había sido Asleep. Precisamente esa canción le definía perfectamente en aquel momento. Respiró hondo y sintió el aire puro en sus pulmones.

Hizo una lista interna de todo lo que iba a echar de menos. El café del Penny Lane's. Las rosas rojas de Annabelle. Las vías de tren. Las canciones antiguas. El descapotable. La sonrisa de Annabelle. Los ojos de Annabelle. Annabelle.

Al final la lista entera quedó reducida a aquel nombre.

Pero tenía que hacerlo. Él no era bueno para nadie. Ni siquiera para él mismo.


Annabelle.

Ella recodó sus ojos y sonrió. Eran grises, como el cielo en un día de tormenta. Quizá era porque Kyle era una tormenta.


Kyle.

Miró al cielo. Había miles de estrellas, y después estaba la luna. Tan grande, tan brillante, tan acompañada pero a la vez tan solitaria. Era la clase de cosa sobre la que la gente escribía poesía. Entonces volvió a acordarse de Annabelle. Porque ella también lo era.


Annabelle.

Estaba cansada, en todos los sentidos. Se le cerraban los ojos. Había sido la noche más larga de su vida, y no había salido precisamente como ella esperaba. Demasiados sentimientos en una sola noche. Aquello había sido un caleidoscopio de emociones. La había dejado agotada. Mañana sería un día nuevo. Quizá vería a Kyle, quizá no -más bien era la segunda-, pero su vida no dependía de ello. El mundo no se acababa si ella terminaba con Kyle. Intentó convencerse de esto. Se durmió pensando en él.

Pero se equivocaba. En cuanto Kyle terminara con ella, su vida también lo haría.


Kyle.

Había tantos libros que aún no había leído. Tantas películas le quedaban por ver. Tantas canciones aún sin escuchar. Tantas bromas por hacer. Tantos chistes que contar.

Se dio cuenta de que solo estaba alargando las cosas. No quería encontrar razones para vivir, porque, al final, todo era inútil. Él no tenía remedio. Sabía que era un estúpido por pensar eso de sí mismo, pero no lo era. No te convierte en estúpido saber la verdad.

Él era un huracán fuera de control. Entraba en las vidas de la gente, las destrozaba y después se marchaba. Era un ciclo. Siempre funcionaba así. Así había sido con sus padres, así había sido con Jade, con todas las chicas con las que había salido, y ahora... ahora había sido igual con Annabelle.

Pensó tanto que, antes de darse cuenta, estaba en las vías de tren que colgaban sobre un precipicio. Miró abajo y le recorrió el miedo. Pero no era miedo a la muerte. No, eso ya lo tenía aceptado. Era el miedo a lo que ocurriría después. Era miedo a si Annabelle le extrañaría, si le lloraría o simplemente pondría cara de “oh, qué mala suerte”. Era miedo a ser olvidado, pero también a ser recordado. Deseó simplemente no haber existido. Todo hubiera sido más fácil así.

Tiró una piedra al vacío y contó cuánto tardaba en oírse su golpe contra el suelo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Seis segundos. No sabía lo que significaba. Sólo quería hacer lo de la piedra, porque lo había visto en alguna película. El seis sería una distancia bastante alta. No le importaba la distancia. Lo único que importaba era la intensidad del golpe. Pensó que era algo irónico que él estuviera pensando esto, porque se recordaba a sí mismo dicéndole algo a Annabelle al respecto del suicidio.

La gente no muere de suicidio, mueren de tristeza.”

Él no iba a morir de tristeza. Él solo quería dejar de ser un estorbo. Dejar de ser un bache en los caminos de la gente.

No quería ser más una tormenta, ni un huracán. Él solo quería ser una estrella, una de esas miles de millones de estrellas que observaban a la gente desde el cielo oscuro de la noche. Se preguntó si todas esas estrellas serían personas. Se preguntó si había alguien que aún recordase a esas estrellas. Él iba a ser una de ellas, pronto.


Annabelle.

Se despertó sobresaltada. Una pesadilla. Sobre Kyle. Intentó tranquilizarse. Sólo había sido un sueño...


Kyle.

Hacía viento. El aire era frío. Él llevaba allí trece minutos. Eran las 4.41 y estaba empezando a tener sus dudas. Y se suponía que no podía tener dudas sobre aquello.

Así que lo pensó una última vez. Podía volver a casa, hacer como que nada había ocurrido. Ir al día siguiente a casa de Annabelle, solucionar las cosas. Seguir adelante. Pero sabía que después todo volvería a romperse. Aquello era un ciclo, un círculo que nadie podía detener.

Alea iacta est.

La suerte está echada. No puedes cambiar tu destino.

Miró una última vez a las estrellas y al cielo, que comenzaba a ser un poco más claro. El sol saldría pronto. Él quería morir de noche.

Todo parecía en orden, tranquilo, en armonía. Quizá el universo sabía que él se marchaba esa noche. Jodido universo y maldito destino. Aun así, hacía una noche agradable. Se escuchaba a un grillo cantando desde lejos. Las vías de tren eran familiares, conocidas. La brisa de verano le rozaba el rostro, le hacía sentir un poco más despierto.

Hacía una bonita noche para terminar con todo.

2 comentarios:

  1. Mercedes no, nooooo, dime que hay maaaaas, dime que hay más capítulooos, esto no puede terminar así, me estás matando, me muero, hay más verdad? Dime que hay más por dios, no me hagas estooo.
    Si no hay más morirás.
    Besoooos<3

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  2. Me ha encantado la historia aunque creo que debo ponerme al día, en seguida lo hago! Me hago seguidora de tu blog desde ya y te invito a echarle un vistazo al mío.
    Un besazo <3

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