«I think I'll miss you forever, like the stars miss the sun in the morning skies.»
Se
separaron. Jade se limpió las lágrimas.
-Y
ahora, ¿me haces el favor de llevarme a casa?
-¿No
puedes conducir tú solito?
-Jade,
mírame. Estoy tan borracho que no creo que pueda llegar siquiera
hasta el coche.
Ella
rió.
-No
tienes remedio. Anda, vamos.
Caminaron
juntos hasta el coche. Kyle sabía que iba a ser la última vez que
la viese. Le dolía, pero no tenía más remedio. Ella se sentó en
el asiento del conductor.
-Nadie
más que yo ha puesto el culo en ese asiento durante años.
-Es
bueno saberlo.
Jade
giró la llave y puso el coche en marcha. Condujo en silencio hasta
el apartamento de Kyle. Ella era una de las únicas personas que
sabían dónde estaba. Al llegar, se bajó del coche.
-Espera,
espera, espera. ¿Cómo vas a irte a tu casa?
-Tengo
dos pies y sé el camino, Kyle.
-Ni
de broma. Te presto el coche.
Había
sido una decisión difícil, pero quería que ella tuviera el
descapotable. Jade puso una expresión de asombro.
-¿En
serio?
-Claro.
Todo tuyo -él se encogió de hombros, quitándole importancia.
-Pues...
gracias.
Kyle
se bajó del coche y ella volvió a sentarse en el asiento del
conductor.
-Te
echaré de menos, Jade. -decir esas palabras se sentía como si miles
de cuchillos se clavaran a la vez en su pecho. No sabía si podría
aguantar cuando se lo dijera a Annabelle.
Ella
sonrió y puso los ojos en blanco. No sospechaba nada.
-Hasta
mañana, Dixon.
-Te
voy a echar de menos -repitió él.
Jade
arrancó el coche y se fue. Él la observó marcharse. Después,
entró en su casa. Había una carta en su buzón. Su corazón se
aceleró al leer el remitente. Era de Annabelle.
La
leyó una vez. Y después otra. Y otra. Quiso hundirse en esa carta.
Esa carta la había dado aún más razones. Annabelle estaba
destrozada. Todo era por su culpa.
Cogió
un papel de entre sus bocetos y en él garabateó un par de palabras
casi ilegibles. Le dolía escribir aquello. Era casi como sangrar una
despedida. Dejó su nota encima de sus discos de The Smiths, porque
sabía que Annabelle la encontraría allí.
No
tenía coche, así que le llevaría un buen rato llegar al
apartamento, pero no importaba. Se puso una chaqueta y salió a toda
prisa. Aquella noche iba para larga.
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Hacía
solo unos quince minutos que Annabelle había vuelto de dejar aquella
carta en el buzón de Kyle. Quizá se había apresurado dejándola
aquella noche, pero no quería recibir visitas suyas. No estaba
segura de querer verle nunca más.
Se
tumbó en el sofá. Estaba agotada. Aquella noche le estaba
pareciendo eterna. Cerró los ojos, tratando de conciliar el sueño,
aunque el intento no le duró mucho. La despertaron unos golpes en la
puerta a los veinte minutos.
Se
levantó, molesta y dispuesta a cargar toda su mala suerte a quien
fuera que estuviera detrás de su puerta.
-¿Quién
es? -preguntó. Su voz era cansada, triste, apagada. Irradiaba
pesimismo. Era horrible.
-Annabelle,
abre, por favor. Será solo un momento.
Esa
voz... era inconfundible. Una oleada de duda la inundó. ¿Qué podía
hacer? ¿Le dejaba entrar?
-Por
favor -suplicó él.
Patético,
pensó, pero después abrió la puerta. Ella también era patética.
Ante
Annabelle se encontraba un Kyle demacrado, con ojeras surcando sus
ojos grises y visiblemente destrozado. Quiso abrazarle, llorar, o
pegarle un puñetazo. Así que no hizo nada. Se quedó allí, parada,
mirándole.
-¿Qué
haces aquí?
-Por
favor, déjame hablar. Será un segundo. Es importante.
Se
miraron a los ojos. Ella hizo un gesto de cabeza que decía continúa.
Así
que él siguió hablando.
-Soy
horrible. Solo sé hacerle daño a la gente que quiero. Estoy
enamorado de ti, Rousseau. Pero no puedo evitar ser estúpido. Los
estúpidos hacen estupideces. Y eso ha sido lo de esta noche, una
jodida estupidez. Lo he vuelto a estropear todo. Lo siento. No sabes
cuánto lo siento. Joder, ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y
arreglarlo... Pero las cosas no funcionan así. Yo soy un cabrón, y
no te merezco. No merezco a nadie. Te mereces alguien que te haga
feliz, Annabelle, no alguien que te destroce.
Las
lágrimas nublaron la vista de Annabelle, quien intentaba mantenerlas
en los ojos. Él no podía verla llorar. No podía.
De
repente, Kyle se acercó aún más a ella, y antes de que pudiera
darse cuenta, sus labios se estaban tocando. No fue un beso
hambriento, como cabría de esperar, sino un beso inocente. Él
echaba de menos el eterno sabor a café de los labios de Annabelle.
Los iba a echar de menos, también. Para Annabelle, besar a Kyle se
sentía tan... familiar. Tan seguro. Ambos quisieron congelar ese
momento. Pero no fue posible.
-Te
quiero -susurró Kyle contra los labios de Annabelle.
Ella
no sabía en qué creer. No respondió. Kyle se separó de ella, y
miró por última vez a los ojos de la chica de las rosas en la
cabeza. La iba a echar de menos. Más que a nadie.
Que boniito!
ResponderEliminarMe encanta tu blog, te pasas por el mio?
thebeautifulsideofyou.blogspot.com
Gracias wapisisima!^^ jeje
Besiitos
Sandy<3