«All the pretty starsshine for you, my love.Am I that girlthat you dream of?»
Kyle.
La noche era oscura,
aunque no tanto como unas horas antes. Eran las 4.28 y Kyle caminaba
por las vías de tren. Esta vez, iba solo. Iba a llegar más lejos
que todos los días que había visitado aquellos raíles.
Normalmente, solo llegaba al rellano cubierto de piedras. Pero
aquella noche planeaba andar hasta donde las vías de tren quedaban
suspendidas en el aire. Y, una vez allí, todo habría terminado.
Annabelle.
Ella aún intentaba
asimilar la visita de Kyle. ¿Cómo se atrevía a llegar allí y
ponerlo todo patas arriba, para después volver a marcharse? Se
preguntaba por qué había dicho que la iba a echar de menos.
Se tocó los labios. Aún
podía sentir la boca de Kyle contra la suya. Si al quererlo aún era
una estúpida, entonces ella era la estúpida más grande del mundo.
Annabelle esperaba volver a verle. Esperaba poder arreglarlo todo.
Entonces recordó que,
solo unas horas antes, esos labios que tanto añoraba habían besado
a otros labios que no eran los suyos. Y sintió asco.
Kyle.
Había sido la noche más
larga de su vida. También iba a ser la última. Se alegraba de que
la última persona a la que había besado había sido a Annabelle. Se
alegraba de que la última canción que había escuchado había sido
Asleep. Precisamente esa canción le definía perfectamente en
aquel momento. Respiró hondo y sintió el aire puro en sus pulmones.
Hizo una lista interna de
todo lo que iba a echar de menos. El café del Penny Lane's.
Las rosas rojas de Annabelle. Las vías de tren. Las canciones
antiguas. El descapotable. La sonrisa de Annabelle. Los ojos de
Annabelle. Annabelle.
Al final la lista entera
quedó reducida a aquel nombre.
Pero tenía que hacerlo.
Él no era bueno para nadie. Ni siquiera para él mismo.
Annabelle.
Ella recodó sus ojos y
sonrió. Eran grises, como el cielo en un día de tormenta. Quizá
era porque Kyle era una tormenta.
Kyle.
Miró al cielo. Había
miles de estrellas, y después estaba la luna. Tan grande, tan
brillante, tan acompañada pero a la vez tan solitaria. Era la clase
de cosa sobre la que la gente escribía poesía. Entonces volvió a
acordarse de Annabelle. Porque ella también lo era.
Annabelle.
Estaba cansada, en todos
los sentidos. Se le cerraban los ojos. Había sido la noche más
larga de su vida, y no había salido precisamente como ella esperaba.
Demasiados sentimientos en una sola noche. Aquello había sido un
caleidoscopio de emociones. La había dejado agotada. Mañana sería
un día nuevo. Quizá vería a Kyle, quizá no -más bien era la
segunda-, pero su vida no dependía de ello. El mundo no se acababa
si ella terminaba con Kyle. Intentó convencerse de esto. Se durmió
pensando en él.
Pero se equivocaba. En
cuanto Kyle terminara con ella, su vida también lo haría.
Kyle.
Había tantos libros que
aún no había leído. Tantas películas le quedaban por ver. Tantas
canciones aún sin escuchar. Tantas bromas por hacer. Tantos chistes
que contar.
Se dio cuenta de que solo
estaba alargando las cosas. No quería encontrar razones para vivir,
porque, al final, todo era inútil. Él no tenía remedio. Sabía que
era un estúpido por pensar eso de sí mismo, pero no lo era. No te
convierte en estúpido saber la verdad.
Él era un huracán fuera
de control. Entraba en las vidas de la gente, las destrozaba y
después se marchaba. Era un ciclo. Siempre funcionaba así. Así
había sido con sus padres, así había sido con Jade, con todas las
chicas con las que había salido, y ahora... ahora había sido igual
con Annabelle.
Pensó tanto que, antes
de darse cuenta, estaba en las vías de tren que colgaban sobre un
precipicio. Miró abajo y le recorrió el miedo. Pero no era miedo a
la muerte. No, eso ya lo tenía aceptado. Era el miedo a lo que
ocurriría después. Era miedo a si Annabelle le extrañaría, si le
lloraría o simplemente pondría cara de “oh, qué mala suerte”.
Era miedo a ser olvidado, pero también a ser recordado. Deseó
simplemente no haber existido. Todo hubiera sido más fácil así.
Tiró una piedra al vacío
y contó cuánto tardaba en oírse su golpe contra el suelo.
Uno, dos, tres,
cuatro, cinco...
Seis
segundos. No sabía lo que significaba. Sólo quería hacer lo de la
piedra, porque lo había visto en alguna película. El seis sería
una distancia bastante alta. No le importaba la distancia. Lo único
que importaba era la intensidad del golpe. Pensó que era algo
irónico que él estuviera pensando esto, porque se recordaba a sí
mismo dicéndole algo a Annabelle al respecto del suicidio.
“La gente no muere
de suicidio, mueren de tristeza.”
Él
no iba a morir de tristeza. Él solo quería dejar de ser un estorbo.
Dejar de ser un bache en los caminos de la gente.
No
quería ser más una tormenta, ni un huracán. Él solo quería ser
una estrella, una de esas miles de millones de estrellas que
observaban a la gente desde el cielo oscuro de la noche. Se preguntó
si todas esas estrellas serían personas. Se preguntó si había
alguien que aún recordase a esas estrellas. Él iba a ser una de
ellas, pronto.
Annabelle.
Se
despertó sobresaltada. Una pesadilla. Sobre Kyle. Intentó
tranquilizarse. Sólo había sido un sueño...
Kyle.
Hacía viento. El aire era frío. Él llevaba allí trece minutos.
Eran las 4.41 y estaba empezando a tener sus dudas. Y se suponía que
no podía tener dudas sobre aquello.
Así que lo pensó una última vez. Podía volver a casa, hacer como
que nada había ocurrido. Ir al día siguiente a casa de Annabelle,
solucionar las cosas. Seguir adelante. Pero sabía que después todo
volvería a romperse. Aquello era un ciclo, un círculo que nadie
podía detener.
Alea
iacta est.
La suerte está echada. No puedes cambiar tu destino.
Miró una última vez a las estrellas y al cielo, que comenzaba a ser
un poco más claro. El sol saldría pronto. Él quería morir de
noche.
Todo parecía en orden, tranquilo, en armonía. Quizá el universo
sabía que él se marchaba esa noche. Jodido universo y maldito
destino. Aun así, hacía una noche agradable. Se escuchaba a un
grillo cantando desde lejos. Las vías de tren eran familiares,
conocidas. La brisa de verano le rozaba el rostro, le hacía sentir
un poco más despierto.
Hacía una bonita noche para terminar con todo.