Cath.

viernes, 20 de junio de 2014




«Está bien, todos estamos un poco rotos.
Pero debemos recordar que, si nos rendimos,
jamás estaremos bien de nuevo»

Él paseaba por la Calle Trece, paseando sus ojos por la gente. No estaba allí por casualidad, ni mucho menos. Iba a aquella cafetería solo para verte. Llevaba yendo allí cada día durante una semana, y pensaba continuar aquella rutina. Le llenaba ver cómo tus ojos volvían a brillar, después de años de oscuridad.

Pero tú nunca le viste.

Él se sentó fuera, en el sitio de siempre. Miró dos mesas más lejos. Allí estabas tú, como el día anterior. Y el otro. Y el otro.

A pesar de haberte visto ya durante siete días, su corazón dio un salto en su pecho al darse cuenta de que habías vuelto. Todos aquellos días, él acudía a la cafetería para verte. Pero siempre existía el miedo de que no estuvieras allí. Porque si no hubieses estado allí, él te habría perdido para siempre.

Por mucho que pareciese un milagro, allí estabas tu cabello azul celeste, tus ojos ahora llenos de luz y tu sonrisa radiante. En aquella mesa, tan cerca pero a la vez tan lejos, porque tú siempre estuviste lejos.

Y más en aquel instante. Él sabía que no podía acercarse a ti. Se lo había prohibido. No podía arriesgarse a romper de nuevo tu felicidad. Tú le habías enseñado mucho, y ya no era egoísta. Le hacía sentirse vacío el verte allí y no acercase a estrecharte entre sus brazos, pero todo valía la pena al escuchar de nuevo tu risa. Era como un soplo de aire fresco para él. Pero tú nunca te diste cuenta.

Entonces el camarero te trajo el café, y tú le dedicaste la sonrisa más sincera que alguien haya podido esbozar nunca. Él deseó haberte llevado el café, porque así aquella sonrisa habría sido suya. Necesitaba una sonrisa tuya más que nada en este mundo.

En aquel momento, eras tan inocente, tan frágil, tan hermosa. Eras el tipo de persona sobre la que la gente escribía canciones, Cath. Él habría escuchado esas canciones. Él te habría memorizado como a la letra de su canción favorita. Porque tú eras la chica que él escuchaba en todas las canciones de amor, e incluso en las que no lo eran.


Alguien se sentó junto a ti. Era aquella chica de ojos marrones, Lu. De entre todas, pensó él, tenía que ser Lu. Ella le traía demasiados recuerdos. Demasiados errores.

Lu te dijo algo al oído. Algo que él siempre quiso que supieras. Tú reíste, con esa pequeña risa inocente que siempre tuviste. Él sintió como si todo lo que le faltaba le hubiese sido devuelto. Tu risa para él fue como oxígeno.

Fue un simple momento. Quizá él lo imaginó. Pero, por un segundo, él creyó ver cómo tus ojos azules le miraban.

Él creyó ver cómo le sonreías.

Puede que fuera real, y, después de eso, él volviera a vivir.

2 comentarios:

  1. Qué bonito! Escribes Genial Merce, me ha encantado.
    Quién fuera Cath! Jajaja
    Un besito muy fuerte y felicidades por tener ese don para escribir ♡
    http://lasgafasdeana.blogspot.com

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  2. Oh,que belleza,Merce x
    Pst!
    Adivina quién soy? (Ahre

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