A un cierto diente de león.

Un 11 de febrero.

Un 11 de febrero,

nació la esperanza.

Y en un soneto la vida

pasó de oscuridad a luz.

Un 11 de febrero

nació una mariposa

con alas de acuarelas

y un volar de melodías.

Un 11 de febrero

un diente de león

se expuso al viento.

Y la margarita de su lado

prometió entrelazar sus raíces

y protegerle

para siempre.

   Te habré dicho esto una y mil veces, Cé, pero te quiero. Te quiero por hacerme reír y por hacerme llorar (de felicidad), te quiero por quererme y te quiero por tus sonrisas y por tus lágrimas, por tu luz y por tu oscuridad, por los agujeros negros y las lluvias de estrellas, te quiero por tus metáforas y tus versos libres. Te quiero ser un pájaro que a veces no nota sus alas, te quiero por esas veces que echas a volar por fin y te quiero por esas en las que me preguntas si vales lo suficiente como para abrir las alas. Y lo haces, Cande, lo haces de sobra. Llevas el talento en cada una de tus venas y en cada una de tus arterias, y tu corazón debe de estar orgulloso de bombear el don que tienes.

   Eres invierno y eres lluvia, eres el sonido de una máquina de escribir y el susurro del viento entre los árboles y las manos en los bolsillos. Eres la tinta y la poesía, y te quiero como no te puedes imaginar. Has sido y eres las palabras que me sostienen cuando no puedo más, quien me quita las tonterías de la cabeza y quien se ríe conmigo de ellas. Me gustaría que te dieras cuenta de lo que brillas, Cande. Pero tiempo al tiempo. Como se suele decir, hoy es tu día y tienes que sonreír, disfrutar más que nunca. Pero creo que debes hacerlo todos los días. Correr y gritar y cantar y escribir y reír. Vivir. No me creo que ya tengas quince. Como no me creo que yo tenga quince. Nos hacemos viejas, Cé. Disfrutemos lo más que podamos.

   Te quiero, Cande. Feliz cumpleaños.

Con cariño,

-Merce.