Era un frío día de diciembre, la blanca
nieve descendía y se posaba suavemente sobre las baldosas de la calle. Los pinos y abetos se agitaban por lo que yo supuse que era un gélido viento. Pero de ninguna manera, ni aunque hiciese una temperatura tan baja que me se me congelara la nariz al salir a la calle, iba a renunciar a mi paseo por el bosque.
Enrollé alrededor de mi cuello la gruesa bufanda de mi madre, y en cuanto la lana tocó mi helada piel, noté un escalofrío recorriéndome la columna. Me puse un jersey, también de lana, y una chaqueta de mi padre que me quedaba ancha, pero me calentaba más que cualquier abrigo mío. Metí en una bolsa mis desgastados patines de cuchillas, y acto seguido, salí a la calle, sin avisar a mis padres.
Una vez que estaba llegando, miré a los dos lados, y, segura de que nadie me miraba, me adentré en los nevados pinos y abetos que escondían el resto del bosque.
Llevaba un largo rato caminando, la nieve iba subiendo y casi me legaba por los tobillos, cuando llegué al lago. Estaba a bastante distancia del pueblo, por lo que pocas personas sabíamos de él: tan sólo mi padre, mi hermana y yo.
La gente no solía adentrarse en el bosque, ya que casi siempre estaba nevado por completo. Otra razón, claro está, eran las numerosas leyendas que había en North Village sobre criaturas mágicas que rondaban entre los árboles. Recordé una historia que me contaba mi madre, cuando yo aún era una cría, sobre
la razón por la que nuestro hermoso pueblo siempre ha sido tan frío. Esta
decía que a las hadas de la nieve, mujeres con alas y tan pequeñas
como una mariposa, siempre les había gustado este sitio, que hace
muchos, muchos años habían decidido quedarse aquí, y eran ellas las que
hacían que látigos de escarcha cayeran sobre los árboles y las casas. Cuentos de hadas sin sentido, en mi opinión.
Me senté en una roca y me coloqué los patines. Caminé como pude hasta la superficie cristalina que cubría el agua del lago. Puse un pie en el hielo, comprobando que soportaba mi peso, y me lancé a patinar sobre él. Adoraba el roce del aire y los delicados copos de nieve en mi pálida piel. Abrí la boca un instante y uno de los copos entró en mi boca. Sentí el frío en el paladar hasta que la nieve se derritió y no fue más que agua.
De repente, creí ver un destello de luz entre los pinos. Fue un pequeño instante, pero brilló lo suficiente como para que me diera cuenta. Me dio tal sobresalto que tropecé un caí al frío hielo, con mi mejilla tocándolo. Cerré los ojos y me dije a mí misma que había sido mi imaginación, pero cuando me incorporé, me senté en el hielo y volví a abrirlos, ahí estaba de nuevo, y esta vez no era tan solo una pequeña luz, eran decenas de puntitutos luminosos que se acercaban hacia mí. Sentí miedo, pero entonces, al intentar levantarme, noté un crujido bajo mi cuerpo: si me levantaba, el hielo se partiría, y yo caería al agua gélida. Estaba en un verdadero aprieto. Las luces siguieron acercándose hacia mí. Quizás serían luciérnagas, pensé. Fuera lo que fuera, no podía huir. No podía moverme. Estaba atrapada.
Uno de los puntos de luz llegó a colocarse delante de mi cara, y casi me desmayé al ver lo que tenía en frente. «Es imposible -pensé-. Esto no puede ser real». Aquella criatura medía, como mucho, diez centímetros. Era tal y como había imaginado a las hadas de las nieves de la leyenda. Unas pequeñas humanas de cabello plateado, con unos ojos diminutos de un azul gélido y unas alas transparentes que le salían de la espalda. La luz, extrañamente, la irradiaba su piel.
Me miró, curiosa, y cuando vio la situación en la que me encontraba, hizo una seña a las decenas, quizás cientos, de luces escondidas entre los árboles, que se dirigieron hacia donde estábamos. Todas eran réplicas exactas de la primera hada que se me había acercado. Me sujetaron entre todas ellas con sus pequeñas manitas, y entonces me di cuenta de que había más de cien hermosas hadas de la nieve alrededor mía. Antes de que pudiera darme cuenta, ellas aletearon sus diminutas alas y sobrevolamos, aunque a poca altura, el lago helado.
Me posaron suavemente en la nieve. Yo estaba tan asombrada que ni siquiera podía hablar, así que cerré los ojos y respiré hondo, para tranquilizarme. Desearía no haberlo hecho, ya que al abrirlos todas las hadas habían desaparecido, no había ni rastro de ellas. Miré entre los blancos árboles del bosque, sin resultado.
Deprimida, volví al pueblo y allí conté la historia a mi hermana, que, como era de esperar, no me creyó. Pero, en lugar de enfurecer, me dije a mí misma que este sería mi pequeño secreto. Yo sabía lo que había visto. No me lo había imaginado. Y, de algún modo, estaba contenta, ya que yo era la única persona del pueblo que conocía la verdad sobre las hadas de la nieve, la única que sabía que la maravillosa leyenda era cierta.
Me posaron suavemente en la nieve. Yo estaba tan asombrada que ni siquiera podía hablar, así que cerré los ojos y respiré hondo, para tranquilizarme. Desearía no haberlo hecho, ya que al abrirlos todas las hadas habían desaparecido, no había ni rastro de ellas. Miré entre los blancos árboles del bosque, sin resultado.
Deprimida, volví al pueblo y allí conté la historia a mi hermana, que, como era de esperar, no me creyó. Pero, en lugar de enfurecer, me dije a mí misma que este sería mi pequeño secreto. Yo sabía lo que había visto. No me lo había imaginado. Y, de algún modo, estaba contenta, ya que yo era la única persona del pueblo que conocía la verdad sobre las hadas de la nieve, la única que sabía que la maravillosa leyenda era cierta.
Por Merce Fearless,
escritora y lectora compulsiva,
Precioso relato, me ha gustado :D
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Muchas gracias! :)
EliminarPrecioso texto, me ha encantado tu historia de las hadas de nieve.
ResponderEliminarBesos
Ivet Sarkis de http://lasvigilantesdesuenos.blogspot.com.es/
¿Muchas gracias! Me alegro de que te haya gustado ^^
EliminarBesos :)
Me ha encantado, la forma que has usado para describir a las hadas de la nieve es impecable, un besote
ResponderEliminarLena
Mil gracias :')
EliminarUn beso <3
Buenasss!
ResponderEliminarSimplemente decirte que me ha encantado tu texto, es precioso.
Un beso.
¡Holiis!
EliminarMuchíiiisimas gracias :)
Besos.
Me encanta. La verdad es que es un texto precioso y me ha encantado.
ResponderEliminarMil besos.
Asdkfjskd, me alegro mucho de que te haya gustado :')
EliminarBesos.
¡Hadas! ¡Qué alegría de hadas! Menos mal que aparecieron...
ResponderEliminarFelicidades a tus trece años de genial imaginación.
¡Suerte! ¡Gracias por participar! Es toda una suerte contar con haditas del hielo :)
Me ha encantado. Tu forma de escribir es má-gi-ca.
ResponderEliminarVoy a quedarme por aquí; me encantará poder leer más fragmentos como éste.
Por supuesto, serás bien recibida en mi blog.
Besos, Angela..
P.D.: ¿No me digas que eres Lovatic? *-*
Mil gracias :)
EliminarMe alegro mucho de que te haya gustado, espero tener más tiempo para escribir más textos así estas vacaciones.
He visitado tu blog, y, por supuesto, ya te sigo ^^
Por supuestísimo, soy lovatic, se nota un poquito por el título del blog, ¿no? ;)
¡Besos!