Creo que a veces, y a un cierto tipo de personas, nos pasa que nos perdemos a nosotros mismos entre las páginas. Que nos pasa un poco como a Alonso Quijano, pero de un modo más romántico. Más romantizado, para puntualizar incluso más. Creo que nos enamoramos de la ficción y que creemos ser ella y que intentamos tener la mirada perdida y al final no nos encontramos. Creemos que un narrador está ahí para contar nuestras hazañas y cómo alguien se enamoró de la idea de nuestra persona y terminamos siendo eso, una idea, dejando a la persona muy atrás. Nos rodeamos de misterio y de metáforas y de una armadura que al final nos separa de nosotros mismos. Y de los demás, pero ellos no lo ven. Ellos están encantados con la idea y nos ven desde lejos, como se observa una obra de arte en un museo, sin poder tocarla, o como se lee a un personaje, a través de tinta.
Creo haberlo dicho antes, pero no lo suficiente y no de la forma correcta. No somos un maldito personaje de libro. (Con excepciones. A veces los personajes de libros son muy reales.) No somos una simple metáfora, una comparación de términos. Tampoco somos una sola idea. No somos una frase profunda de sentido cuestionable que alguien escribió una vez. Pueden ser parte de nosotros, pero no nos crean por completo. No somos la idealización de alguien: somos personas. Tenemos dudas. Tenemos miedos. Pero también reímos hasta que se nos saltan las lágrimas, y tenemos días buenos y días malos, y a veces necesitamos sincerarnos, y no somos solo un misterio.
No pretendo que suene como un texto filosófico, sino crear conciencia. No debemos sentirnos menos que alguien si nuestra vida no se basa en ser poéticos ni profundos ni si no somos el tipo de persona sobre la que se escribiría una canción que luego las personas citarían una y otra vez sin saber qué significa o si no nos sentimos como aquel personaje de aquella novela. Somos personas y somos reales.
(Decidlo un poco más alto para los de detrás, que parecen no escucharlo.)
No pretendo que suene como un texto filosófico, sino crear conciencia. No debemos sentirnos menos que alguien si nuestra vida no se basa en ser poéticos ni profundos ni si no somos el tipo de persona sobre la que se escribiría una canción que luego las personas citarían una y otra vez sin saber qué significa o si no nos sentimos como aquel personaje de aquella novela. Somos personas y somos reales.
(Decidlo un poco más alto para los de detrás, que parecen no escucharlo.)